En un día claro —los mejores son esos días algo ventosos tras otro de lluvia— la vista desde la cumbre del Cerro del Castillo puede perderse más allá de Galapagar y Colmenarejo hacia el Sur. Pueden verse más de una docena de torres de iglesia, desde la de Colmenar Viejo al Este hasta la de Galapagar o las de los dos Escoriales al suroeste. Se divisa también el Monasterio de El Escorial, la Cruz de los Caídos, el Castillo de Manzanares el Real y los embalses de la Jarosa, Santillana o Valmayor.
Raúl Espinosa
Excursión a lo más alto. Revista La Tená, junio 96
Ruta
Existen varias formas de acceder y recorrer la Sierra del Castillo: dos pistas forestales circunvalan sus laderas a dos niveles distintos, comunicadas entre sí por dos o tres caminos intermedios. Aparte de esta red que podríamos denominar principal, existen múltiples sendas que facilitan un acceso más rápido y directo, pero también más duro e incómodo, a la cumbre. Incómodo porque su piso se verá en ocasiones descarnado por el paso de las motos, cuyo uso acentúa los procesos erosivos.
La forma elegida para iniciar la subida es a partir de la calle Cobañera, un vial que parte casi de la misma plaza conduciéndonos al final del pueblo con la vista puesta en ese hito natural de Collado Mediano, del cual esta calle toma el nombre. Para subir a las peñas de La Cobañera a la izquierda sale una pista cementada que da acceso directo al depósito de agua. Desde aquí hay que buscar con cuidado una senda que parte desde la misma alambrada, y se alza después hasta el pie de las peñas por medio de una serie de escalones de piedra.
La Cobañera es un pequeño monumento natural formado por dos tors o tolmos graníticos que crean un balcón simétrico con una gran piedra lisa en el centro a modo de mesa. Estos tors poseen en su interior dos oquedades debidas al desplazamiento de las lajas, más grande la de la peña izquierda debido a un semiderrumbe de su arquitectura, muy probablemente a causa de un rayo.
Desde La Cobañera seguiremos subiendo ladera arriba hasta llegar a una caseta del Canal de Isabel II, por donde pasa la primera pista forestal que rodea el monte. Unos metros más a la izquierda queda un cruce de caminos entre esta pista y otra que sube a través del pinar, algo desdibujada entre unas piedras. Tomaremos esta última, que cobra forma unos metros más arriba, hasta llegar -tras una gran curva- a la segunda pista o pista de arriba. Este trayecto puede, como a menudo ocurre en la montaña, acortarse por una senda que ataja cortando las curvas de nivel. El tiempo que se ahorra son unos dos o tres minutos, pero a costa, eso sí, de incrementar el esfuerzo.
Esta segunda pista, que tomaremos hacia la derecha en dirección este, rodea el monte en un trayecto casi llano. Caminando por ella veremos a unos cien metros, un poco apartado hacia la derecha, un segundo mirador, a 1.180 m de altitud, desde donde los ruidos de la actividad del pueblo quedan ya neutralizados por el ambiente propio del pinar. Es momento de relajarse, pues lo que espera a partir de ahora es un duro tramo de subida que encontraremos a nuestra espalda por una ancha senda que acabará cortando perpendicularmente la ladera. Iniciado este tramo dejaremos a la derecha, medio escondida, una casa de piedra. Esta casa no pertenece a ningún avezado vecino que haya encaramado su residencia en medio del cerro, fue construida por el ICONA y actualmente pertenece al ayuntamiento.
La dura subida comenzará a atenuarse alcanzando uno de los lugares más bellos del recorrido: una majada rodeada de pinos silvestres (reconocible por su tronco alto de color rosado) y alguna encina de gran porte. Hemos superado la sierra y al fondo se observa ya el entorno del pueblo de Navacerrada bajo la gran mole de La Maliciosa, pero falta todavía subir a la cumbre (en realidad las cumbres) de la Sierra del Castillo. Desde la misma pradera veremos un camino que sale hacia la derecha, abandonando el que se dispone a bajar hacia el norte. Un camino que pronto inicia una fuerte y engorrosa subida, pues habrá que transitar por una hendidura provocada por motoristas, que a su paso han segado la antigua senda.
El camino acabará suavizándose algo más arriba en un trayecto seseante flanqueado por jara estepa, zarzas, rosales y algún berceo. Senda que evita pequeños roquedos, antesala de las casi media docena de pequeñas cumbres que compiten por coronar la Sierra del Castillo. La ganadora será una singular peña sobre la que se eleva una encina, identificable también por una pequeña veta de cuarzo instruido entre el granito, que blanquea a la vista.
Tras coronar esta peña, queda ya volver hacia el sur por una pequeña senda que nos conducirá hacia el mirador de la Sierra del Castillo, una plataforma metálica encaramada entre rocas, donde se dice que incluso en el peor mes de calor veraniego puede disfrutarse de una fresca brisa serrana.
La vuelta se realizará buscando de nuevo el camino ya recorrido.
Interpretación del Paisajes
La Sierra del Castillo estuvo poblada hace siglos por un encinar en su ladera sur y por un robledal con quejigos en la ladera norte, pero se sabe que a principios del siglo XX estuvo prácticamente deforestada hasta que en los años 40 se repobló con pino resinero y pino silvestre en las zonas más altas. La presencia de dos tipos de jara, una llamada comúnmente pringosa (Cistus ladanifer) y otra denominada jara estepa (Cistus laurifolius), identifica fases de degradación del encinar y del robledal respectivamente. De este modo, observaremos en la subida como la primera predomina claramente en la vertiente sur, mientras que la otra, identificable por sus hojas más anchas y ligeramente onduladas, aparece inundando algunos parajes en la zona alta.
El elemento claramente definitorio del paisaje es, de todos modos, la propia sierra del Castillo. Se trata de un bloque (horst) levantado a finales del terciario con la orogenia alpina, a la vez que se crean fosas como la que transcurre entre Becerril y Manzanares el Real, visible desde la cumbre. Este movimiento orogénico -réplica del principal que origina los grandes bloques de la Maliciosa, Siete Picos, etc., en la propia Sierra del Guadarrama- se produce sobre una "superficie de erosión" anterior (una paramera) que a partir de entonces comienza, ayudada también por múltiples fracturas, a ser erosionada por las aguas continentales (ríos, arroyos, arroyadas...) dejando en la actualidad tan sólo pequeños restos en algunas cumbres o algunas pequeñas plataformas como la majada que encontramos en la parte alta del recorrido.
¿Cómo son posible tales interpretaciones geológicas donde se aseguran cosas tan increíbles como que una línea de cumbres fue una antigua meseta? Pues bien, lo primero que hay que tener en cuenta es que el tiempo geológico nada tiene que ver con el tiempo histórico. No estamos hablando de miles de años, sino de millones, o decenas o centenares de millones de años. En todo ese tiempo hay mares que se han convertido en mesetas, o líneas de cumbre desmanteladas hasta quedar convertidas en valles, lo cual no significa que todos esos procesos no dejen restos que hoy en día pueden ser interpretados. En nuestro caso, por ejemplo, llama la atención cómo los cerros próximos más altos mantienen cotas muy parecidas: Sierra del Castillo (1.341 m), Jarahonda (1.342 m) Golondrina (1.393 m) Cabeza Mediana (1.331 m). Esto, junto con estudios estratigráficos más complicados, dan pistas sobre la evolución geológica de la zona. Las cumbres de la Sierra del Castillo ofrecen una de las mejores panorámicas para abarcar toda la configuración territorial de la comarca. Destaca el ya mencionado relieve, que desde la rampa de Galapagar -la única superficie llana visible al sur- comienza a ascender hacia la derecha por la agreste Sierra de las Machotas hasta las más masivas formas del monte Abantos. Luego, siguiendo la vista hacia el norte, el paisaje se enriquece por la superposición de dos sierras: una baja formada por Jarahonda y la Golondrina, y otra que emerge potente por detrás elevándose hasta los Siete Picos y Maliciosa. Desde aquí las cumbres romas de Cuerda Larga bajan hacia los caprichosos perfiles de La Pedriza, muy rica en geoformas graníticas, elevándose después (si se dirige la vista de nuevo el sur) la cercana Sierra de Hoyo de Manzanares con el Cerro del Telégrafo en primer plano. En cuanto a las zonas bajas, éstas son conformadas por dos depresiones: la fosa de Cerceda al norte y la hoya de Villalba-El Escorial al sur, pobladas ambas de bosques y dehesas de encina, fresno y roble, junto con amplios pastizales.
El elemento urbano llama poderosamente la atención, pues ocupa ya una parte considerable del territorio. Se ve como el núcleo de Villalba enlaza con el de Alpedrete y Guadarrama a lo largo de urbanizaciones dispersas, mientras que Collado-Mediano y las villas de San Lorenzo y El Escorial al fondo, se mantienen aún individualizadas. Por el lado contrario, Navacerrada sólo se separa de Becerril por el embalse, quedando por detrás los núcleos dispersos de El Boalo y, casi en la línea de horizonte, la villa de Manzanares El Real.
Álbum Fotográfico
Plano del recorrido
Glosario
Datos Útiles
Longitud: 2 km (ida)
Desnivel: 325 m
Bicicleta: No recomendable
Tipo de ruta: Lineal